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El arte de ser invisible e intoxicarte con tu propio veneno.

El segundo azul más bonito de mi vida, y ni siquiera lo es. Eso debería haber bastado para hacerte ver que, entre todas las que miras, ninguna tiene mi nombre, ni te haría gritar primaveras desde todos los puentes.

Cargas mi mundo a tus espaldas cada tarde; no entiendes que me lancé a los leones solo porque tú estarías mirando desde la barrera. Y yo, mientras sonrías, te dejaría hipnotizarme.

Llegué y ni me viste, mientras yo me dedicaba a pensar tonterías, como si pudiera conjugarnos en futuro. Buscaste a cualquiera, que mientras no fuera yo, era suficiente. Pero tienes mejor ojo que el soldado, elegiste a la más guapa, y a la más buena. La primera y la única que me cuidó con mayúsculas, que me puso por delante y paró las balas que llevaban mi nombre. Nunca nadie.

Ya lo dice X, "estoy deseando que otro dolor te sustituya para contarle al mundo que de ti no muere nadie". Al fin y al cabo, lo único que sé de ti es que no me crees suficiente. Te equivocas, pero te acabarás y será tarde.
Ya no mirarán con lástima cuando me vean queriendo más, no seré la que espera cada tarde que abras los ojos y susurres mi nombre como si fuera tu primera palabra. Grita el que quieras, que el mío no será más que la canción que ha sido siempre. Que ni siquiera habla de ti.


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