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Hay personas que son direcciones prohibidas, y no sabes lo que cuesta no tomarlas.

Demasiadas palabras sin sentido, había solo dos en nuestra línea y ahora me he perdido en el polígono que nos has pintado. Ya no me dices nada, solo hablas.
No te preocupes por mí, estoy mal. Cuando te canses, vuelve.
Igual es que es tan tarde que echo de menos todo lo que no fuimos, o que el insomnio nunca viene solo, como tú a mis fiestas, y acabamos cada madrugada de resaca de las velas que dejamos de soplar.
Tú, porque descubriste que hay bellas casi iguales que solo se apagan si no pagas.
Y yo porque...
Me ahogo, aquí no queda nadie que me explique por qué el tiempo se escapa a la velocidad de la luz entre las sábanas.
Tengo que irme, es la hora de las bellas. Lo entiendes, ¿no? El último suicida es el vivo, y yo decido de qué puente me tiro.

Llamarás. Demasiado tarde, ya he saltado.
Y respiro el país que explica lo que nos pasa entre las páginas.
Por fin entiendo que la única manera de que me mires es la misma para evitar que me vea el resto.
El aire entra, deja que te cubra de espejos, dice.
Y me disfrazo de ti, a ver si no puedes dejar de mirarte.
A ver si entiendes al resto cuando rompa tu corazón en mil pedazos.
Y que todos reflejen tu rostro.


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