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No me gusta la gente que mira por la ventana el tiempo pasar, y a esa gente no le gusto yo.

Escucho la lluvia caer contra el suelo con la misma fuerza que las piedras que nunca tiré a tu ventana.
Tengo el impulso de salir a bailar, y con los tacones del sábado noche, lo hago bajo el agua.

Veo a la responsable luchar contra el impulso de saltar los charcos, y le grito empapada que aquí ya no quedan charcos que saltar. Que para vivir hay que mojarse.
Que se tire de cabeza, como hice yo.

Y ahora nado a mariposa para hacer huir a las de mi estómago. Sin pensar que las mariposas vuelan de flor de flor, y yo no soy una chica de colores vivos.
Porque he conocido a personas de ojos claros y alma más oscura que la portada de mi libro favorito.
Porque yo debo ser la excepción que confirma la regla, la que siempre está en el lugar equivocado en el momento perfecto.

Y en lo de equivocarme ya tengo una carrera, mil metas cruzadas, y a ti como bandera que clavar en el fracaso más alto.
Para qué disimular.

'¿Has llorado?', me preguntarán. 'Ha llovido', sonreirán mis mentiras.
Y hablarán del tiempo hasta desconocerme por completo.

'Lloras', afirman mis demonios. 'Abrázame', le pido a la del espejo. Y sin saber cómo, acabo bajo la lluvia, imaginando que río de felicidad y no de necesidad.

Hasta que la tormenta pase de largo.

Y aquí estoy, con mi taza de café en la mano, el moño deshecho de las mañanas de resaca y la sensación de haber olvidado algo que una vez fue importante.

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