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Antes siquiera de haber empezado.

Al principio todo fue fácil.

Tenías la sonrisa más bonita de todo Madrid.
Unos ojos que decían más de lo que deberían.
Poesía en cada mirada, con la belleza de lo proíbido.
 Así, sin h, porque hasta lo que marca la diferencia nos lo callábamos.

Lo que no sabes es que el miedo que tenías a perderme era en realidad miedo al olvido,
a que ellos se olvidaran de mirarte cada vez como si fuera la primera vez,
a que desaparecieras de la mente de alguien que nunca te olvidó,
porque nunca estuviste en su cabeza, ni en su corazón.
Solo en su cama.

Pero no te preocupes.

Cada vez que te miro yo, me pregunto cómo sería ver tu sonrisa antes siquiera de haber abierto los ojos.
Ver tus ganas de vivir forcejeando con las mías de vivirte.
O de revivirme.

Siempre fui quién quiso más, aunque tú no quisiste creerlo.
Luego tú pasaste página y yo me enamoré.

Y ahí se quedó todo.

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