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Tú tropiezas con la piedra, de mi se aparta.

No soy de las que cometen dos veces un mismo error. A mi no me dicen en lo que tengo que creer, ni lo que tengo que ser. No creo en las bolas de cristal, ni en los posos de té. Ni siquiera creo en las líneas de la mano si no es para perderme entre ellas.

Nadie podía predecir lo que iba a pasar, a nadie se le ocurrió que a mi se me metería en la cabeza que tú fueras mi príncipe azul. Pero no del azul bonito de los cuentos, que ese es aburrido y ya sabes que ni los cuentos existen, ni yo soy ninguna princesa.
No.
Yo quería que fueses mi príncipe azul, pero del azul de tus ojos, ese que cambia de color cuando te enfadas y sube la marea. Y de pronto ya no es azul, ni tú un príncipe.

Quería redefinir contigo el cuento. Y que las hadas vinieran a pedirnos derechos de autor.
Quería que fueras mi gran amor. Imagínate lo que te adoraba que me habría conformado con ser tu pequeño gran amor.

Irónico, ¿verdad?
Me conformé con ser pequeña y nunca llegué a ser nada.

Pero no soy de las que cometen dos veces un mismo error, ¿recuerdas?
Así que suerte, no la tendrás buscando a una versión barata de mi.


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