21 años
a toda velocidad, siempre corriendo, porque ya sabes que la paciencia no es lo
mío. A estas alturas ya debería haber aprendido que nada es lo que parece y que
el egoísmo es la columna de cualquier esqueleto emocional. Tú te encargaste de
grabarlo en mi piel. Y sin embargo aquí sigo, empeñada en olvidarme de puertas
y tratar de atravesar las paredes de tu habitación para llenarla de luz y
estrellas fugaces.
Para
que no les pidas deseos.
Para
que me dejes cumplirlos.
No sé
quién decidió que respondiera a Val y no a la luna llena, porque la luna
siempre me ha parecido mucho más amable que cualquier grito.
Siempre
me has definido como laberíntica, algo retorcida, y puede que llevaras razón,
pero no niegues que siempre te ha encantado mi forma de darle la vuelta a lo
que sientes.
Ando
con prisas, hablo deprisa y pienso todavía más rápido. Una vez leí que no había
nadie que escribiese sin estar triste, y yo no soy muy dada a los discursos,
así que me contradigo y sangro cartas que no llegarás a sentir.
Me encanta como escribes, precioso
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