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A veces dudo si los aniversarios de un suicidio deberían celebrarse saltando al vacío.

El recuerdo de la lluvia en tu paraguas, y una estación insensible de ver a mil corazones rotos fingiendo que no tienen mil y una razones para llorar. No somos nada especial y sin embargo brillábamos como la primera estrella en la oscuridad. Lástima que nos convirtiéramos tan rápido en agujero negro, porque podríamos haber iluminado esa estación durante toda mi vida.
Mentiré y con una sonrisa te diré que nunca lo soñé cuando tú ya habías abandonado.

Suena "Can you love me again?" y algo se rompe cuando caigo en que en apenas dos meses me preguntaré cómo quiero celebrar el primer aniversario de mi portentosa autodestrucción. Posiblemente con tu recuerdo pidiéndome un beso; nunca es mala idea clavarte un poquito más, para que no te puedas ir.

Supongo que ese día me pondré el traje de gala e iré a ver llover a cualquier puerto sin mar, esperando que algún barco encalle cerca, con un tesoro con el que recuperar el que perdí. Porque dicen que cuando nos parten el corazón, somos nosotros los que buscamos a alguien a quién herir, para no sentirnos tan solos. Como vulgares criminales.

Pero para criminal ya estás tú, que estafas corazones en un juego en el que eres víctima y ladrón, porque solo tú conoces las reglas.

Ese día olvidaré mis mentiras de rutina en cualquier primer contacto, abrazaré nuestra nostalgia y soñaré que te explico que siempre fuiste tú, y también que entiendes todas mis barreras y mis ganas de ti, y de odiarte por ser lo que buscaba y no supiste conservar. Y cómo yo eché a correr, y tú no te atreviste a dar un paso, ni conmigo ni hacia mi. Cómo yo era tu dirección y tú me tomaste por contraria.
Cómo te rendiste. Cómo dejaste de luchar por mi.

Y soñaré que entiendes por fin, que cada palabra que no te dije son los besos que te reservo.
Y podré imaginar que te das cuenta de que lo di todo por ti, incluso lo que nunca habría dado.

Y a la mañana siguiente me despertaré con las dagas de nuestros recuerdos aún clavadas, pero por suerte ya me sé el truco de fingir que las heridas no están ahí, aunque acabes muriendo desangrada. Saldré de la cama y buscaré una pastilla para la resaca y a mi orgullo para las barreras.

Tu tren ha vuelto a pasar.
Y yo sigo esperando en la estación.


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