Empieza la partida. Reparten las cartas, y te estudio mientras miras las tuyas. Puede que un par de parejas, nada más. Lástima, siempre te ha ido más el trío.
Quiero
que veas mi cara mientras te digo que esto se acabó, que sientas mi mirada
cuando te diga que no volverás a jugar conmigo, que has perdido la partida. Que
yo soy la mano ganadora. Y sonrío mientras te miro. “Te voy a desplumar”.
Van
cayendo rivales, nadie está a nuestra altura. Somos las dos caras de una misma
moneda. En esta partida solo existimos tú y yo, como siempre debió haber sido.
Hasta que tú lo estropeaste.
Creí en
ti como no cree un científico. Te puse en la mesa y te estudié. Estadísticas,
historial y partidas perdidas. Creí haber encontrado en ti la respuesta a la
pregunta de mi vida. Con más contras que pros, debí descartarte y sin embargo
me quedé, como una imbécil. Es la teoría de prueba y error. Y tú fuiste el
error más grande que pude encontrar.
Me
equivoqué al pensar que podía confiar en ti, igual que me equivoqué al creer
que podías querer quedarte. Las estadísticas tenían razón. El trío gana a la
pareja, tú te arriesgaste y me perdiste. Perdiste la mano de tu vida. Porque
aquí la que tiene la escalera de color siempre he sido yo.
Me
equivoqué al pensar que el compromiso y yo salvaríamos la distancia cuando volvieras para darme la razón. Que las segundas partes nunca son
buenas, y nuestra única parte nunca llegó a ningún sitio.
Nuestra
historia estaba condenada al fracaso, porque el amor es magia de dos, y aquí la
única idiota que quería era yo. Y mi magia nunca ha sido suficiente.
La
partida está en trance, y tú y yo en la mesa, subiendo las apuestas sin bajar
la mirada ni quitarnos la ropa.
Pero
piensas como yo. Que esta mentira no es más que mi rencor arrinconando a tu
calor.
No
somos perfectos, tu indiferencia nunca se entenderá con mi ironía, pero quizá
tus dedos encajen en mi pelo, solo por esta noche. Quiero ser perfecta esta
noche, solo para ti. Quiero ser esta noche contigo.
Vamos a
enseñarles cómo se juega, cómo jugamos nosotros. Deja tu cara de póker en la
mesa y coge tus ganas de mi, aráñame el miedo y emborrona mis convicciones,
como has hecho siempre.
Nuestros fuegos iluminan la noche, y por fin entiendes que aquí la que gana soy yo. Que
elegiste mal tu jugada, apostaste sin pensar y ya no hay vuelta atrás. Que
conmigo, o apuestas fuerte o lo pierdes todo. Y tú me has perdido a mí.
Ahora
te rindes, tenía razón desde el principio. Ella nunca fue nada comparada
conmigo. Pero ya es tarde, ofendiste a mi orgullo durante mucho tiempo. Ahora
nos toca ganar.
Porque
tú podrás ser la diosa de la cara de póker y los faroles, pero yo vivo en la
escalera de color.
Fin de
la partida. Estás sola.
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