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Receta de un improbable.

Cuando no diferenciaba el cariño del algo más, me pidieron que describiese a mi hombre ideal. Y mi conclusión fue "Que me quiera y sea alto". Qué profunda.
Ahora las cosas han cambiado. Creo que la única respuesta válida es "Que nos queramos", y qué más dará si es alto o si sabe cocinar. Aunque tenga más oscuridad que noches en vela.

Pero nunca está de más dar pistas, porque si existiera, igual me conquistaba. Probablemente. Así que pedídmelo otra vez.

Aquí va.

Que sea capaz de decirme que no cuando todo él quiera gritarme que sí.
Que quiera tanto a mis silencios que necesite callarme de vez en cuando.
Y que lo haga a besos, por la espalda y a traición.

Que entienda que para no poder dormir también es necesario saber soñar, y que nunca se deje los sueños en la almohada al despertar. Que los lleve siempre con él, como ese libro que ya forma parte de ti.

Que tenga días de cuidar y noches de cuidarme, y a él le llamen descuidado. Que tengamos en cada despedida la misma discusión, y que ninguno de los dos llegue a ganar nunca.
Que lea mis libros a través de mi.
Que me lea a mi.

Que yo sea su punto fuerte y su más terrible debilidad. Que se ría de mi cuando me enfado y que eso nunca me llegue a molestar. Que su indiferencia se haya enamorado de la mía y se hayan ido con todos los que dejamos atrás.

Que todo en él sea verde, pero sepa divertirse. Y que se enfade cada vez que le haga levantar la vista del libro sin motivo y me lance miradas que matarían a cualquiera, pero a mi solo me acaricien.

Y sobre todo, que tenga interés por todo lo que no conozca. Que siga empeñado en cambiar el mundo, y mientras lo consigue, se dedique a hacer naufragar el mío. Que me enseñe cada día algo nuevo, y aprenda de mi que desordenar formas de vivir es otra manera de ver la vida.
 
Que sea menos liberal y más libre.
Y que si tiene que llevar corbata, elija la fina.


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