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Recuerdo crónico.

Las cartas se acumulan en el buzón; ya no lo abro ilusionada cada mañana esperando ver la letra que llegué a conocer tan bien como cada lunar de tu espalda; y tampoco quedan facturas que me interesen. Ya pagué todo lo que te debía, y aún sigo esperando que me des las vueltas.

Cansada de ti, borracha de mi, hundida en el recuerdo crónico de nuestras ganas de vivirlo todo. Y lo hicimos. Vivimos cada noche en vela, cada viaje sin billete de vuelta, cada plato roto y cada polvo de reconciliación. Y cada día decoloramos un poco la ilusión, cansados de la rutina de bailar bajo la lluvia. La inspiración huyó cuando dejamos de brillar, y el futuro que prometimos ya no es más que el pasado del ex convicto que quiere recuperar la historia que le queda por vivir.

Empieza enero en verano, y yo mirando alrededor, encontrándote en cada sombra de sonrisa a la que finjo escuchar. Pero nunca eres tú, decidiste que todo esto era demasiado para ti, que ya me habías aguantado suficiente. Quizá cuando me vaya decidas regresar. Que yo perdí tus llaves del coche y tu sonrisa al despedirme en la estación, pero tú me perdiste a mi. Y ya me jodería ser tú y darme cuenta de que he abandonado lo que le daba mil sombras a mi monótono color sepia.
 
Éramos la musa de un mundo en extinción, el que creamos para los dos, y ahora ya no queda nadie que luche por él. Solo el artista vencido creando a ciegas. Y un solo mago no puede salvar el mundo.

Pero has demostrado tu teoría. Que hay tanta belleza en la luz como en la más completa oscuridad. Supongo que fui la prueba que necesitabas de que solo es cuestión de saber mirar con los ojos cerrados, y ver que el contraataque de la sombra puede ser mortal.

Y ya deberías saber que mis sombras son letales.



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