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Dos caras y el vacío.



La ventana del tren que me aleja de ti y de todos nuestros miedos refleja el recuerdo de tu calor y mi inconstancia. Como si fuera una nana para dormir, me mira y me sonríe prometiendo que todo irá bien. Como si pudiera soñar si no es contigo.

Te recuerdo riendo al ver mi ansiedad por lo desconocido, y luego desconcertado al verme hacer equilibrios, con tu camisa puesta, sobre la fina línea que separa la adrenalina de la autodestrucción.
Y cómo te miraba yo cuando te guiñaba un ojo y aseguraba que tu camisa era mi capa de Superman.
Y que vinieras a quitármela.
Resulta que tengo cierta afición por hacer malabares con la claustrofobia y la necesidad. Y a ti te gustaba demasiado hacer de jaula, y a mí, de ganas de volar. Y sin tanto equilibrio, se nos cayó la relación.

El tren sigue avanzando, y yo con él, y ambos rompiendo la resistencia de un “te echo de menos” que hace ya tiempo debí haber enviado y no dejarlo en pendientes.
En borradores tengo las mil quinientas cartas de desamor que nunca leerás. Quizá algún día te las mande, para que seas consciente de la sangre que perdí intentando pasarte página.
Que las metáforas siempre me han definido mejor que cualquier canción. Y tú mejor que nadie, lo sabías.

Puestos a elegir, prefiero que me partas la cara al corazón. Que caras tengo muchas, pero aún sigo esperando que me devuelvas los restos del corazón. Aunque pensándolo mejor, prefiero que lo exhibas bien, para que a alguna versión de tercera mano de mí le sirva de advertencia.
Yo tengo muchas caras y me hiciste creer que tú solo una.
Por eso ya no me fío de ninguna moneda que no tenga dos caras.
Por eso ahora cuando llego a una encrucijada, tiro la moneda al aire y caiga como caiga, cierro los ojos y salto.
Y que el viento me recoja.

El tren llega a su destino. Para y espera a vaciarse, él también necesita estar solo de vez en cuando, como yo. Igual algún día lo entiendes y vuelves suplicando las migajas de un siempre negro con un final muy claro.
Me despido de tu reflejo y saludo al revisor, y a la nueva vida que me espera aquí. Una vida mía, que no pienso compartir con ningún medio gato de callejones mentales oscuros.

Lástima que al final tú fueras la encrucijada en la que me quise quedar a vivir.
Lástima que no hubiera moneda que tirar.
Lástima que directamente saltara al vacío.
Y lástima que tú no saltaras conmigo.


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